viernes, 6 de agosto de 2010

Homilía de 18° Domingo del Tiempo Ordinario.

Transcribo, con sencillez, mi homilía, de la Misa de 12:00, de este 18° Domingo (1° agosto 2010), en el Templo "San Juan Bosco" de Mendoza. Trataré de continuar, por pedido e insistencia de muchos.
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No debemos perder de vista que, Domingo a Domingo, vamos caminando tras Jesús.

Él, en el capítulo 9 de Lucas, ya vamos por el capítulo 12, decía: "...se encaminó decididamente a Jerusalén..." (Lc 9, 51). "Decididamente...", estaba dispuesto a afrontar la voluntad del Padre, que era dar la vida. Los discípulos iban con Él. Hoy, somos nosotros los discípulos que debemos ir tras Jesús, para también, "decididamente", cumplir la voluntad salvífica del Padre, para nosotros y el mundo entero. Ahora, esa "decisión", tiene Domingo tras Domingo, diversas enseñanzas. Este Domingo tiene una enseñanza muy concreta: Dios y las cosas; Dios y "las riquezas" (Lc 12, 21), como dice el Evangelio; Dios, y los bienes materiales.

El Libro del Eclesiastés, en la primera lectura de hoy, comenzaba diciendo: "¡Vanidad, pura vanidad!, dice el sabio Qohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad!..." (Ecl 1, 2). Comienza viendo, toda la realidad, bajo este signo, el signo de la "vanidad". Todo lo que hay es vano, todo lo que existe, no vale; pero, ¿en vista a qué "no vale"? Nada vale en vista a la Vida Eterna. Si hay que llegar a una meta, dónde no va a traspasar nada de lo material, entonces no conviene aferrarse a nada de lo material de este mundo. Si vamos a una Casa, en donde vamos a vivir de lo espiritual y el amor, entonces vale atesorar en este mundo, lo espiritual y el amor. Si vamos a un lugar donde no van a valer las riquezas, entonces vale descubrir, en dónde están las verdaderas riquezas de este mundo. No hay que ser "insensato" (v. 20), sino "rico" (v. 21) a los ojos de Dios.

Entonces, ¿qué pasa con "las cosas"? Por ahí, tenemos ejemplo sobrado de cómo lo mucho, lo mucho en dinero, lo mucho en posesiones, lo mucho en cosas, extravía el corazón de los hombres, al punto de que, nos dice San Pablo, en la segunda lectura "... hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal:.. ...también la avaricia, que es un forma de idolatría" (Col 3, 5). Cuando uno pone el corazón en las cosas, termina desplazando, del mismo, a Dios.

El Libro de los Proverbios, advertía esta experiencia, tanto es así que un sabio, en su súplica decía "... no me des ni pobreza ni riqueza, dame la ración necesaria, no sea que, al sentirme satisfecho, reniegue y diga: ¿Quién es el Señor?, o que, siendo pobre, me ponga a robar y atente contra el nombre de mi Dios" (Prov 30, 8-9). Entonces, el todo o la nada; y nuestro corazón, ante lo que considera "todo" o "nada". ¿En dónde están nuestras "seguridades"?.

El Evangelio nos dice que el único que salva, es Dios. Las riquezas y todo lo demás es, para la Palabra, "¡vanidad!". Por eso, ponerse a juntar cosas, solamente, por las mismas cosas, es "vano". En el original hebreo, la palabra "vano", se dice "habel", y quiere decir, "viento", "lo que pasa", "lo que hoy es y al rato no es", "lo que desaparece", "el aire"; así como hoy está "este aire", mañana ya no está "este aire". Dicho en buen criollo, es juntar cosas "al cuete". Hay cosas que no sirven para nada. De hecho, uno lo puede tener todo, pero, no tiene "salud", y... no tiene "nada"; uno puede tener autos y casas, pero, no tener "amor", y... no tiene "nada"... ¡Nada!

Entonces, otra vez: ¿Dónde ponés tu corazón? ¿Cuáles son tus seguridades? Lo material..., no te va a llevar a nada. Te puede, sí, brindar algunas tranquilidades, para "ahora", pero el "todo", no es el "ahora", el todo, será, después, y al después, no vas a ir con los bolsillos llenos, porque ya no vas a tener bolsillos, sino, lo que guardaste en el corazón. Y si con el corazón fuiste generoso, allá, van a ser generoso con vos; si fuiste avaro, tuviste "otro dios", no tendrás la salvación del verdadero Dios, porque ya elegiste a "otro dios"; a "otro" has estado adorando.

Por eso, hoy, Jesús nos dice: ¡Guarda con los bienes de este mundo! Si "muchos", más todavía. ¡Cuidado, cuidado! Porque eso no da la verdadera felicidad, no da la bienaventuranza. En cualquier momento, te pueden decir: "Bueno. Listo. ¡Vamos!", y..., ¿para quién a va ser todo lo que has acumulado? ¿Para quién? Atentos a llenar el corazón, y no buscar, afanosamente, vivir para llenar los bolsillos. Aún los bolsillos llenos, no te van a comprar aquello. Lo que te va a comprar aquello, es el corazón lleno. Y el corazón se llena, cuánto más se da; el corazón se llena cuanto más se comparte, el corazón se llena cuanto más se entrega, llámese dinero, llámese tiempo, llámese salud, llámese vida. Porque decía S. Francisco de Asís: "...dando, es como se recibe; perdiendo, es como se encuentra; muriendo, es como se resucita a la vida eterna". Por tanto, atentos: si seguimos a Jesús, él tiene que ser el todo. No te va a dar la seguridad, la marquita en el bolsillo de atrás de tu jean; ni el logo que tenés bordado en la camisa, remera, cárdigan o buzo; tampoco la marca en el contra cuello de tu sobretodo, tapado o campera. Lo que te va a dar la vida eterna es, la "marquita" que te quedó en el corazón cuando en el Bautismo, te dijo el Padre del Cielo: "¡Este es mi hijo muy amado!"; la "marquita" que tenés en el corazón y que es una cruz de muerte y vida, una cruz de gloria y de amor. ¡Eso te va a salvar!

Este fin de semana, los ministros ordenados de la Iglesia, debimos cambiar el tomo del Breviario, es decir, del libro de las oraciones cotidianas que hacemos por el Pueblo de Dios y el mundo. Revisando el Tomo IV, encontré algo que para mí es "herencia materna", algo que me quedó de mi mamá. No es dinero, ni bienes, ni cosas, es un pequeño manuscrito de mamá, al final de una carta escrita por papá. Lo guardo como un tesoro, porque sé que eso es, todo y sólo amor. Dice así, la esquelita:"¡Feliz día del niño!, sí porque ustedes es mi niñito". Eso es "todo", eso es "herencia" porque es "amor". No es dinero en un banco, es un mini manuscrito, escrito con el corazón.

Allá, nos van a pedir eso, lo del corazón, no lo de los bolsillos. ¡Amar, amar, amar con todo el corazón! Eso nos va a abrir las puertas del Cielo. Amén.

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