viernes, 29 de enero de 2010

II. Sendas del sendero

Lo esencial de nuestra vida parece escapar a nuestra comprensión, a nuestra capatación y sistematización racional. Cada situación vivida queda atrás antes de que agotemos su vitalidad, antes de que logremos sondear su homdura. Lo más íntimo de los seres queridos, aun los más cercanos, escapa a nuestra aprehensión y tan pronto como creemos abarcarlos estamos cerrando la puerta a aquello que los hace queridos: el inagotable misterio del que nacen sus gestos, lo inaprehensible de ellos... todo aquello que los hace únicos. Nuestro ser mismo lo más propio de él, parece ocultarse entre dos abismos: lo arcaico inconsciente y lo espiritual metaconsciente, los límites de nuestra lógica, la gleba en la que enraizamos y lo celeste hacia lo que nos abrimos, hacia lo que nos dilatamos.
Más que como respuesta, la vida nos aparece así como pregunta por la vida misma; todo ella desplegarse en forma de interrogante, de continua interrogación.
El hombre es un ser proyectado, un habitate del futuro que le habita como tensión, como proyección. Peregrino de umbrales, de unbral en umbral, cada llegada se torna nueva partida, cada partida acerca una nueva meta, un nuevo horizonte, y cada horizonte parace aguidizar más el contraste entre panorama a recorrer y los pasos dados, entre el panorama que se abre ante los ojos y la posibilidad que abarcan nuestras manos. El contraste entre la vista y la mano, la aspiración y el logro.
Dolorosa y paradójicamente, a medida que el hombre va plasmando sus aspiraciones, va logrando sus ambiciones, va descubriendo que sus carencias son de otra índole, de otra calidad. Va intuyendo que detrás de cada carencia particular, de cada deseo singular, la impronta de un deseo insondable; una ausencia que parecería dejar su marca, su herida, en cada satisfacción realizada, en cada ambición concretada. Es como si las cosas mismas, haciéndose nuestras, nos mostraran su nada.
Así, tras la búsqueda siempre renovada y nunca agotada de ir cubriendo esta carencia esencial, de ir cubriendo este hiato primordial, se va realizando la vida, el recorrido del ir-siendo como movimiento del ser mismos para liberarse de esa carencia, de esa ausencia, ese sufrimiento cuyo contenido parece ser el sufrimiento del sufrimiento mismo. El ser mismo parece manifestarse como herida o la herida humana manifestarse como ser.
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(texto tomado de la lectura actual que estoy haciendo de Kyrie eleison, un método de meditacón cristiana, de Hugo Mujica, editorial Guadalquivir. Avanzando la lectura les compartiré, si me lo permiten, otros textos que me impactan)