Enceguecidos a tanto
y, encandilados por tanto más,
no te vemos, Señor,
en tu presencia real.
Adoramos veleidades
y nos pagamos con nuestros logros
extraviando el camino
y vagando sin parar.
Más, tu misericordia infinita
que dispuesta siempre está a iluminar,
nos toca los ojos barrosos
y envía a limpiar.
Allí comenzamos a ver
y darnos cuenta que sin Vos,
nada tiene más luz
que tu verdadero amor.
Adoro tu amor glorioso,
que siempre, en misericordia,
dispuesto está a iluminarnos
y a hacernos contemplar tu presencia.