Desde hacía mucho tiempo, todo se preparaba.
No hubo espacio desaprovechado para poner en cada corazón la chispa del anhelo de su venida.
Sólo el pensar que venía a vernos, hacía algo así como "incontrolables" el ansias y el gozo, esperando ese día...
Y ese día llegó. Era el 14 de octubre de 2009. El día señalado.
A las 07:25 se abrían las compuertas de la camioneta que lo trasladaba, y brilló su presencia junto a nosotros en la Plaza Pedro Del Castillo, en el Área Fundacional.
El amor del Padre, se hizo sol, y se arremolinaba el cariño de los hijos que, no dejamos de emocionarnos, reir felices, unirnos en su derredor y festejar.
Verlo descender lentamente en medio del respetuoso silencio de mis muchachos de 3° de Humanidades y Economía, junto a docentes y amigos, exalumnos, los chicos de la Murga, curiosos y gente en general, fue ciertamente los que se dice "fuerte"... Aquel Juan Bosco que recorría las calles de Turín, se disponía a caminar las calles de Mendoza, con nosotros... No lo podía creer... pero era así... él iba a caminar conmigo...
Nos enracimamos junto al Padre, y como quien toma a alguien amado de la mano, apoyamos nuestras manos en los pasamanos de la urna y salimos a caminar... La Plaza, las calles, el Parque, gente, tránsito en general: ¡Hoy la calle es de Don Bosco, y sus muchachos!
Quizá, la alegría y la emoción de la Caminata, me hizo no advertir ni un estridente bocinazo, ni la insistente acelerada que busca apurar, ni un irrespetuoso insulto...
Todo era Fiesta: murga ruidosa y acompasada, cantos alegres y repetidos, sonrisas compartidas, abrazos de reencuentros, caminata alegre y agitada... era Don Bosco que caminaba con nosotros..., era Don Bosco, quién nos visitaba. Un Santo por las calles de mi ciudad; un Santo por las calles de mi Mendoza...
Entrar en el Colegio, fue una Fiesta aparte. Toda la Primaria y el Inicial con vistosas porras y banderas, con cantos y gritos jubilosos lo recibió.
¡Viva Don Bosco! se vitoreaba, a lo que en un sólo coro todos respondían entusiastas: ¡Viva!
Lo mismo gritaban los demás muchachos de los Octavos, Novenos, Primeros y los muy serviciales de los Segundos, que cuando pasamos frente al Colegio, rodeando la manzana céntrica, desbordaron la puerta de Casa y los escalones de ingreso con su alegría, gritando y saltando, vitoreando y aplaudiendo el paso del Padre.
Todo quedó en mi corazón, y como en el cofre de los tesoros o de los más preciados recuerdos... lo guardo, porque de lo vivido... lo mejor, está por llegar.
Se las sigo en otra...