Cada gesto, cada detalle, cada palabra y recuerdo de mamá, poseía la escencialidad de la vida y el amor. Voy aprendiendo que, cuando se vive mucho y bien, se aprende a ir a lo escencial, sin dar vueltas superficiales sobre la vida y sus rincones... todo queda a la luz de la verdad. Así está mamá. ¡Bellísima! Papá igual, pero a su manera.
Debo agradecer a mi cuñada, Leo, que al estar cerca de ellos, se ha hecho cargo de su salud con una eficiencia filial digna de no olvidar. También quiero agradecer a Pablito y Ceci, mis sobrinos, que con cariño los motivan a seguir amando; y, a la multitud de amigas de mamá (con algunas quienes compartimos la Eucaristía en casa), que con su visitas, telefoneadas la meten en la vida del barrio,más allá de sus achaques.
A tod@s, ¡gracias! Mi bendicón y recuerdo en la oración de todos los días. Sigo aprendiendo a amar y dar la vida, porque me rodea una multitud de testigos de la vida y el amor... que es más fuerte.